Qué es la inflamación crónica y cómo combatirla

20-12-2023

Por Gina Estapé, nutricionista integrativa

Los hábitos de vida tienen un impacto directo sobre nuestro estado de salud. El tipo de alimentación que sigamos, la actividad física que realizamos, el nivel de estrés que sufrimos, la gestión de nuestras emociones o la calidad de nuestro sueño, entre otros, generan respuestas y adaptaciones en nuestro cuerpo que pueden contribuir al equilibrio, la calma y el bienestar o, por el contrario, generar alarma, estrés e inflamación.

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¿Qué es la inflamación crónica y por qué es importante mantenerla a raya?

La inflamación es una respuesta natural y fisiológica de nuestro cuerpo para hacer frente, por ejemplo, a lesiones o infecciones. Es muy necesaria para poder reparar el daño producido a nuestros tejidos y volver a “la normalidad”.
No obstante, hay que diferenciar dos tipos de respuesta inflamatoria que se pueden producir en nuestro organismo: la aguda y la crónica.

La inflamación aguda es aquella que se desencadena frente a una herida, un golpe o una infección. Es una respuesta inflamatoria coordinada y regulada que tiene un inicio rápido (con la aparición de síntomas característicos como enrojecimiento, hinchazón, calor y dolor en la zona afectada) y que se resuelve una vez se ha reparado el daño o se ha eliminado la causa de la inflamación. Por tanto, es una inflamación que tiene una duración determinada.

La inflamación crónica, en cambio, es un tipo respuesta que se desarrolla más lentamente, con síntomas menos evidentes, y que puede persistir durante períodos prolongados. Un tipo de inflamación más vinculada al estilo de vida y factores ambientales que, mantenida activa a lo largo del tiempo, puede contribuir a procesos degenerativos y aumentar el riesgo de padecer enfermedades crónicas.
De hecho, muchas de las patologías que predominan hoy en día tienen como base la inflamación crónica de bajo grado: las enfermedades cardiovasculares, las enfermedades autoinmunes, el dolor crónico, trastornos metabólicos como la diabetes, enfermedades neurodegenerativas, y un largo etcétera.

Pero, ¿por qué aparece? Cuando estamos expuestos a factores que nuestro cuerpo detecta como estresores, se activan respuestas inflamatorias para intentar manejar y controlar la situación. El problema es que, si estos factores son un hábito y estamos diariamente expuestos a ellos, la respuesta inflamatoria se mantendrá activada de manera constante y esto acabará agotando nuestras defensas y debilitando nuestro organismo. Es aquí cuando hablamos de inflamación crónica de bajo grado.

¿Qué nos inflama?

El estilo de vida occidental que llevamos la gran mayoría de la población suele ir de la mano de muchos hábitos de vida que tienen un efecto proinflamatorio en nuestro organismo.

Por ejemplo:

  • Vivir con prisas
  • Estrés y ansiedad
  • Falta de gestión emocional
  • Alimentación basada en productos industriales más que alimentos
  • Comida rápida y precocinada
  • Sedentarismo
  • Pocas horas de sueño y descanso
  • Alteración de los biorritmos circadianos (poca luz solar durante el día y mucha luz artificial por la noche)
  • Poco contacto con la naturaleza
  • El tabaco o el alcohol
  • Uso de materiales tóxicos
  • Abuso de fármacos y antibióticos

Cuando estamos constantemente expuestos a factores que contribuyen a la aparición y mantenimiento de esta inflamación y nuestro cuerpo no es capaz de contrarrestarlo con las herramientas que dispone (agentes antiinflamatorios) es cuando esta se vuelve crónica y negativa y pueden aparecer síntomas como: hinchazón, dolores de cabeza, cansancio, niebla mental, dolores de regla, estreñimiento… y un largo etcétera.

Estos síntomas son avisos que nos manda nuestro organismo cuando estamos inflamados. El problema es que muchas veces no los escuchamos, no los sabemos relacionar o pensamos que “son normales”, cuando no deberían serlo. Algo que puede suponer un problema ya que, si no atendemos estas señales y dejamos que la inflamación crónica siga su curso en el tiempo, a la larga podrán aparecer enfermedades mucho más graves.

La clave: un estilo de vida antiinflamatorio

El primer paso es ser consciente de “cómo estoy” y cómo es mi estilo de vida. Si estabais esperando una píldora mágica para solucionar la inflamación crónica, siento deciros que no existe. La respuesta reside en nuestras decisiones y en cómo decidimos vivir nuestro día a día.
Por lo tanto, potenciar hábitos antiinflamatorios como los siguientes será clave tanto para desinflamarnos y mejorar nuestro estado de salud a corto plazo como para prevenir problemas futuros:

  • Alimentación antiinflamatoria: basada en alimentos frescos, naturales e, idealmente, de temporada. Y alejada de productos ultra procesados con grandes cantidades de aditivos.
  • Movimiento y ejercicio físico: previene y reduce la inflamación y el estrés, mejora el estado de ánimo, cuida la salud cardiovascular, hormonal, ósea, inmunológica… ¡Estamos hechos para movernos!
  • Gestión del estrés: la meditación, el yoga y la respiración consciente son grandes herramientas para regular el estrés que tan perjudicial resulta para nuestra salud física, mental y emocional
  • Evitar tóxicos: como el tabaco y el alcohol, además de nuestra exposición a otros tóxicos con los que tenemos contacto en nuestro día a día como los que encontramos en productos de higiene personal, limpieza del hogar, material de cocina, etc.
  • Descansar y dormir suficiente: fundamental para reparar y regenerar nuestras células y combatir el estrés crónico y, por tanto, la inflamación.
  • Regulación de los ritmos circadianos: exponerse a la luz durante el día y evitar un exceso de luces artificiales durante la noche ayuda a que el cerebro entienda cuando es de día y cuando es de noche para así liberar y sincronizar nuestras hormonas de manera adecuada.

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Artículo actualizado el 19 de abril de 2024

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